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Television is here again

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Television is here again (1946),  Philip Dorté

La televisión en Inglaterra comenzó en 1936, pero tres años más tarde, el 1 de septiembre de 1939, tuvieron que interrumpir sus emisiones debido a la invasión de Polonia por los alemanes que daba comienzo a la  2ª Guerra Mundial. El gobierno inglés avisó a los directivos de la BBC con 10 minutos de antelación de su decisión de cerrar e interrumpir las emisiones. La pantalla se fue a negro durante un capítulo de Mickey Mouse sin ningún tipo de explicaciones. Las señales de la antena colocada en Alexandra Palace podrían atraer la atención de la aviación enemiga. El día 3 de septiembre se declaró la Guerra.


Las emisiones de la BBC fueron oficialmente retomadas después de la 2ª Guerra Mundial, desde Ally Pally, el 7 de junio de 1946. Para promocionar el nuevo servicio, la BBC produjo Television is Here Again, un film que explicaba el funcionamiento y las múltiples posibilidades del nuevo medio. 


Este documental es un autorretrato del nuevo medio de comunicación y de la BBC en sus primeros años de desarrollo. Aunque se puede encontrar la película entera en youtube [https://youtu.be/V-4Y5At2X00], hemos preferido incrustarla en siete partes diferentes porque la diferencia de calidad es notable.


Entre las diferentes atracciones podemos destacar a una jovencísima Petula Clark (la Shirley Temple británica) con tan solo 16 años cantando  'Miser, Miser', a Elizabeth Welch interpretando 'Stormy Weather', un bizarro y erótico solo de rumba sacado de algún club de streaptease de la época y una bola de cristal adivinatoria que descubre al espectador las posibilidades de ver televisión desde Francia o desde Estados Unidos.


También podemos disfrutar, un avance del tipo de atracciones que pueden transmitir, del musical  'Me and My Girl', que había sido emitido por la  BBC desde el Victoria Palace Theatre en 1939 y alguna escena de la exitosa comedia de Richard Brinsley Sheridan 'The School for Scandal', estrenada en 1777.




Television is here again (1946)
Productor: Marcus Cooper Productions Ltd para la BBC (UK)
Director: Philip Dorté
Guión: Ian Atkins
Música: Debroy Somers
Intérpretes: Jasmine Bligh (presentadora), Debroy Somers y orquesta (director de orquesta), Palladium Girls (bailarinas), Elizabeth Welch (cantante), Jack Billings (bailarín y cantante), Claire Luce (amante de Antonio) , Paul Demel (Antonio), Danny Green (Spyke), Alan Keith (Angelo), D.A. Clarke Smith (Jefe de Policía), Joan Miller (la chica de los rótulos), George Robey (cómico), Irene Prador (cantante), Vic-Wells Ballet (bailarinas), Lupino Lane (Bill Snibson en Me & My Girl), Valerie Tandy (Me & My Girl), Doris Rogers (Me & My Girl), Wallace Lupino (Me & My Girl), Patricia Laffan (presentadora), The Jack Hylton Girls, Cliff Gordon (Don Quijote), Mayura (bailarina exótica), Petula Clark (cantante), Freddie & partner (músicos cómicos), Reginald Tate (Sir Peter Teazle en The School for Scandal), Henry Oscar (Joseph Surface en The School for Scandal) , Anthony Bushell (Charles Surface en The School for Scandal), Dorothy Hyson (Lady Teazle en The School for Scandal), Aubrey Dexter (mayordomo en The School for Scandal, Sonia Elverson (presentadora), Eric Boon (boxeador), Arthur Danahar (boxeador) y Harry Haines (el Hombre Muffin)
70 min. Blanco y negro



Gorilas y cowboys

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Mighty Joe Young (El gran gorila, 1949), Ernest B. Schoedsack

Max O’Hara (Robert Armstrong) es un empresario de espectáculos con una megalomanía galopante. Va a abrir un night club en Los Ángeles y está dispuesto a irse a África para traerse él mismo las fieras que actuarán en los números de variedades. Para ello cuenta con la ayuda de Gregg Johnson (Ben Johnson), un vaquero que acaba de terminar su contrato con un espectáculo del Salvaje Oeste en el Madison Square Garden de Nueva York.


Desde una África construida en los estudios de la RKO, O’Hara manda coloridas entregas de sus aventuras a los semanarios estadounidenses. Mientras tanto, Gregg y sus compañeros se dedican a cazar leones a lazo. No nos es dado ver tal proeza, porque cuando ingresamos en el campamento hace su aparición el gran Joe, un gorila de unos cuatro metros al que ha criado desde bebé una muchachita llamada Jill (Terry Moore).


O’Hara no lo duda un segundo. Éste será el gran espectáculo de su local californiano, el "Golden Safari".


El número que provoca el entusiasmo del público no puede ser más pueril. Jill comienza a tocar en el piano la melodía con la que se dormía el gorila y éste aparece desde debajo el escenario, sosteniéndola en una plataforma sobre su cabeza.


La segunda parte resulta igual de infantil, pero ideal para mitómanos. Se trata de una prueba de sokatira, en la que Joe está de un lado y del otro, una docena de los hombres más fuertes del mundo. De este modo, podemos admirar las musculaturas de varios luchadoras de la época como el acromegálico apodado “The Sweedish Angel” o Henry “The Bomber” Kulky, que terminó sacando adelante una consistente carrera como actor de carácter.


El último en ser presentado y el que tiene más papel es el excampeón italiano de los pesos pesados, Primo Carnera.


Aunque Joe termina destrozando el local por culpa de unos borrachos y un juez lo condena a ser sacrificado, su comportamiento heroico le servirá de redención. No en vano, ésta es una producción de aventuras familiar, muy alejado del King Kong original con el que Schoedsack y Cooper alimentaron las pesadillas de unos Estados Unidos sumidos en plena crisis económica. En Mighty Joe Young ni siquiera parecen convencidos de la vaga moraleja ecologista que colocan al final.


Con todo, los efectos de Ray Harryhausen, que recibe la alternativa de Willis O’Brien, y un razonable dinamismo en el desarrollo argumental nos permiten situarla por encima de la hermana de en medio, Son of Kong (1934), la entrega más pobre de la trilogía.



Mighty Joe Young (El gran gorila, 1949)
Producción: Argosy Pictures para RKO (EEUU)
Director: Ernest B. Schoedsack.
Guión: Ruth Rose, de un argumento de Merian C. Cooper.
Intérpretes: Terry Moore (Jill Young), Ben Johnson (Gregg), Robert Armstrong (Max O’Hara), Frank McHugh, Douglas Fowley, Denis Green, Paul Guilfoyle, Nestor Paiva. Regis Toomey, Lora Lee Michael.
94 min. Blanco y negro.


La selva de cemento, acero y cristal

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Tarzan’s New York Adventure (Tarzán en Nueva York, 1942), Richard Thorpe

Buck Rand (Charles Bickford) llega a África con intención de cazar animales vivos para el circo del Coronel Sargent (Cy Kenfdall). Pero, al aterrizar con su avión en la selva, da con el número que lo hará millonario: Boy (Johnny Sheffield), el hijo de Tarzán de los Monos, maneja a los elefantes como quiere y es capaz de enfrentarse a un león salvaje con las manos desnudas. Por desgracia, cuando Tarzán y Jane (Johnny Weissmuller y Maureen O’Hara) acuden en su ayuda, los feroces Jaconi cortan la liana y prenden fuego a la selva, de modo que Boy los da por muertos y monta en el avión que lo ha de llevar a la civilización.


Pero Chita rescata a la pareja a tiempo y ahora son ellos quienes viajan a esa selva de cemento, acero y cristal llamada Nueva York, donde hay voces estridentes que salen de unas cajitas llamadas radios y se puede hablar por un tubo a distancia. Aunque estos detalles son nimiedades porque la cabaña en el árbol de Tarzán y Jane es como una casita suburbial unifamiliar en la que no falta ni máquina friegaplatos.


Por eso la cinta de aventuras se transforma en comedia en la que Chita tiene casi más protagonismo que Tarzán y su compañera. Sólo al final, cuando Tarzán recupere el estado semisalvaje al rechazar la ley de la civilización que le aparta de su hijo, perderá la camisa y la chaqueta y se encaramará por rascacielos y anuncios luminosos hasta alcanzar el puente de Brooklyn, icono de la ciudad y trampolín sobre el río Hudson, desde el que se lanzará como si lo hiciera desde las mismas cataratas Livingston al río Congo.


Ajeno a todo, Boy cuida de los animales del circo. Sus raptores piensan hacer un buen negocio con él porque han recibido una oferta de cien mil dólares por el chico. Pero Tarzán ya sabe dónde se encuentra y llega, alarido selvático mediante, al rescate. Los trapecios no tienen secretos para ellos y, aunque Tarzán sea encarcelado en una jaula para fieras, conoce el lenguaje de los animales y los elefantes acuden en su ayuda.


Estos animales estaban entrenados, como en otras películas del ciclo, por George Emerson, responsable de la menagerie de la M-G-M. Él fue el responsable de enseñar a los tres elefantes de Boy –Queenie, Sally y Happy- todas sus habilidades. Cuando el estudió vendió los derechos del personaje a Sol Lesser, que se llevó a Weissmuller y a Sheffield a la RKO, los animales pasaron a actuar en el Pollock Bros. Shrine Circus.


Sucedió este mismo año, porque Tarzan’s New York Adventure, rodada sin solución de continuidad con Tarzan's Secret (El tesoro de Tarzán, 1941), supuso el fin de la serie en M-G-M. Desde su primera aparición con la encarnadura de Johnny Weissmuller, en 1932, el gran mono blanco había pasado de símbolo de lo salvaje e indomesticable a héroe familiar según el código Hays, fiera enjaulada en el circo del Coronel Sargent.


Tarzan's New York Adventure (Tarzán en Nueva York, 1942)
Producción: Metro-Goldwyn-Mayer (EEUU)
Director: Richard Thorpe.
Guión: Myles Connolly, William R. Lipman, basado en los perosnajes de Edgar Rice Burroughs.
Intérpretes: Johnny Weissmuller (Tarzán), Maureen O'Sullivan (Jane), Johnny Sheffield (Boy), Virginia Grey (Connie Beach), Charles Bickford (Buck Rand), Paul Kelly (Jimmie Shields), Chill Wills (Manchester Montford), Cy Kendall (Coronel Ralph Sergeant), Russell Hicks (el juez Abbotson), Howard C. Hickman (Blake Norton), Charles Lane (Gould Beaton), Miles Mander.
71 min. Blanco y negro.


La carreta de la risa

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Llegaron los franceses (1959), León Klimovsky

Damián Picavea (Valeriano Andrés), el propietario de la carreta de la risa recorre los pueblos del norte de España a principios del siglo XIX con un espectáculo cómico. Le acompañan sus cuatro hijas: Rosita de los Claveles (Elisa Montés), la bailarina de los mil encantos; Berta (Paloma Valdés), la reina de la comicidad; Anita (Isana Medel), fantasista musical; y María del Carmen (Ángela Capilla), la voz de oro de Italia. El 2 de mayo de 1808 les sorprende en un pueblecito del Pirineo navarro ocupado por las tropas francesas al mando del capitán Duvalliers (Luis Peña).


Gracias a los encantos de Rosita, consiguen del capitán el salvoconducto para poder seguir viajando con sus pantomimas y números musicales. Consisten éstas en cancioncillas delirantes, como aquella que interpreta María del Carmen y en la que se habla de la afición al vino de Mahoma, que lo hacía levitar.


Las pantomimas son números elementales en los que las chicas se disfrazan de caníbales, geishas o antiguas egipcias. Como la actuación tiene lugar ante las tropas francesas, Damián se encarga de otorgarles a todas ellas dicha nacionalidad. También al mismísimo Beethoven, ilustre compositor galo al que atribuyen la composición de un pasacalle.


Después de una de las funciones, Rosa seduce al sargento Berthier (José Sepúlveda) y le roba la orden para las tropas francesas de entrar en España por Roncesvalles. Berta se ofrece entonces a avisar a la partida de guerrilleros que combaten a los franceses en el Pirineo. Parte hacia allá en compañía de Anita y ya tenemos en marcha uno de los motivos habituales de la obra primeriza de Jesús Franco, que ejerce de argumentista, guionista y ayudante de dirección: dos chicas en viaje. Poco importa que éste sea en un carro robado a un pobre carretero (José María Taso) y que estemos a principios del XIX. La idea se repetirá en Luna de verano (Pedro Lazaga, 1959) y en Tenemos 18 años (Jesús Franco, 1960), su debut en la dirección.


Uno de los guerrilleros es Andrés (Ismael Merlo), un antiguo soldado empeñado en hacerse merecedor del amor de Rosita. Pero ella se ha enamorado del capitán Duvalliers y juntos afrontan un destino trágico. El contrapunto será la pantomima “Los dos pierrots”, en la que deberían mezclarse risas y lágrimas, “como en la vida”. Durante la representación, la inconstante Colombina se enamorará de un pierrot alegre y solar, que no le da tregua, y de otro taciturno y lunar con el que se aburre.


Llegaron los franceses empieza como farsa bufa, deriva hacia el melodrama bélico-patriótico, apunta un alegato romántico-pacifista, busca, como en Tosca (Tosca, Jean Renoir y Carl Koch, 1941) o enLe Carrosse d'Or (La carroza de oro, Jean Renoir, 1953), jugar a la representación dentro de la representación, y culmina con un conato épico, más eficaz por la fantasía desbordante de Jesús Franco a la hora de concebir el sistema por el que el polvorín francés volará por los aires.


Llegaron los franceses (1959)
Producción: Auster Films (ES)
Director: León Klimovsky.
Guión: Jesus Franco y Javier Rey, de un argumento original del primero.
Intérpretes: Elisa Montés (Rosita), Luis Peña (el capitán Duvalliers), Valeriano Andrés (Damián Picavea), Ismael Merlo (Andrés), José Sepúlveda (el sargento Berthier), Carlos Casaravilla (Maurice), Paloma Valdés (Berta), Isana Medel (Anita), Ángela Capilla (María del Carmen), Josefina Serratosa (la alcaldesa), José María Taso (un carretero), Antonio G. Escribano (Marcel Duvalliers, el padre del capitán).
92 min. Color (Eastmancolor). Kinoscope.


Tangoslapstick

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Kri Kri e il tango (1913), Raymond Frau

Nacido en Senegal en 1887, de padre italiano y madre francesa, Raymond Frau debuta en Francia como acróbata a la edad de 13 años. Trabaja en varios circos, entre ellos el Medrano, antes de ser contratado por la casa Cines de Turín en noviembre de 1912. Es el momento en que los cómicos franceses triunfan en Italia: André Deed en el papel de “Cretinetti” para la Itala Film, Marcel Fabré como “Robinet” en la Ambrosio, Ferdinand Guillaume como “Tontolini” en la Cines y, a partir de 1912, como “Polidor” en Pasquali. Raymond Frau cubrirá el hueco dejado por éste en Cines y en el plazo de poco más de tres años rodará un centenar y medio de películas de la serie “Kri Kri”. El personaje alcanza una gran popularidad. En Gran Bretaña se le conoce como “Bloomer”, en los Paises Bajos como “Patachon” y “Bloemer”, en España como “Cricrí”.


En 1919 lo encontramos en Francia. Ahora se llama Raymond Dandy y está contratado por la Société Française des Films Éclair. Media docena de títulos y nuevo traslado. En Austria rueda los últimos cortometrajes de la serie “Dandy” para su propia compañía, la Listo-Dandy-Film-Consortium. A partir de 1923 regresa a Francia y compatibiliza actuaciones en el music-hall–Moulin Rouge, Casino de Paris, Folies Bergére…-, donde comparte escenario con Mistinguett y Josephine Baker, con algunas intervenciones en la pantalla, siempre bajo el nombre de “Dandy”.


En la carpa hemos proyectado Kri Kri e il tango, una interesante muestra de su modo de trabajar. Lo primero era encontrar una excusa argumental: la fiebre del tango que recorre Europa sirve al propósito. La peliculita, de unos cinco minutos, se divide en tres partes. La primera muestra como Kri Kri recibe una invitación para un baile y decide aprender el tango con la ayuda de un gramófono y de un maniquí de modista.


La segunda y la tercera tienen lugar en el salón de baile. Kri Kri pide a una señorita (Lea Giunchi) que sea su pareja, pero el forzudo que la acompañaba se dedica a zancadillearlos de modo que hacen caer al resto de las parejas y terminan derribando el estrado donde se encuentran los músicos. Pero la fiebre del baile se ha adueñado de ellos que danzan y danzan sin tregua, a pesar de los batacazos.


Gira que te gira, llegan incluso a caer por el balcón a un estanque con agua, pero, como en Plongeur fantastique (Segundo de Chomón, 1905), tras el chapuzón la marcha se invierte y regresan al balcón para seguir bailando y que el acompañante de la chica siga incordiando. Se produce entonces el momento más interesante de la cinta, la apoteosis dancística en la que el espectador se ve involucrado quiera o no. Kri Kri enrolla una cuerda alrededor del forzudo y la chica y tira de ella como si lanzase una peonza. Los bailarines empiezan a girar enloquecidamente y, para que proporcionarnos su punto de vista, son colocados en una plataforma giratoria, en tanto que la cámara permanece fija en el centro. Los bailarines permanecen en cuadro mientras el resto de danzantes y los fondos se difuminan hasta convertirse en una masa borrosa en un afortunado correlato visual del frenesí provocado por el baile.



Hay otras películas de Kri Kri que pueden ver. Por ejemplo, ésta, en la que realiza la consabida pantomima del espejo roto, correspondiente a Kri Kri domestico (1913):


Kri Kri e il tango (1913)
Producción: Cines (IT)
Guión y Dirección: Raymond Frau .
Intérpretes: Raymond Frau (Kri Kri), Lea Giunchi (su pareja de baile).
5 min. Blanco y negro + Virados.


Tibidabo: ampliación del censo

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La gran coartada (1962), José Luis Madrid

Ya hemos visto en otras ocasiones que no hay película rodada en Barcelona entre 1955 y 1965 que no tuviera por escenario ocasional el parque de atracciones del Tibidabo.


Tal ocurre con La gran coartada, un policial de corte hitchcockiano en el que el destino ofrece a un hombre (Arturo Fernández) la oportunidad de disfrutar de una nueva identidad, de unos cuantos millones de pesetas y, de paso, del amor de la mujer que hasta ese momento le había rechazado (Marisa de Leza).


El cambio de identidad pasa por el traslado de Madrid a Barcelona, donde podrá pasar desapercibido y el gasto ostentoso no llamará la atención. La chica se reúne con él después de asistir a un falso entierro tan tópicamente cinematográfico que en él no faltan ni los paraguas. Igualmente tópicas son algunas trampas del guión, pero sirven para sostener la atención del espectador en una cinta que no ofrece más de lo que da: entretenimiento de honesta serie B.


Y en Barcelona, entre hoteles, night-clubs y restaurantes en la playa, la obligada visita al parque del Tibidabo, aunque en esta ocasión no son los amantes quienes suben en las atracciones sino la cámara, ofreciendo una vista del recinto tan infrecuente como inestable.

El censo provisional se completa con:
Moros y cristianos (1926), Maximiliano Thous
No estamos solos (1957), Miguel Iglesias
Café de puerto / Malinconico autunno(1958), Raffaello Matarazzo
La frontera del miedo (1958), Pedro Lazaga
Roma de mis amores / Fontana di Trevi(1960), Carlo Campogalliani
Amor bajo cero (1960), Ricardo Blasco
L'inconnu de Shandigor (1967), Jean-Louis Roy

La gran coartada (1962)
Producción: Tusisa (ES)
Director: José Luis Madrid.
Guión: Ángel del Castillo, José Luis Madrid.
Intérpretes: Arturo Fernández, Marisa de Leza, Luis Dávila, Karin Grau, Gonzalo Medel, Gustavo Re, Carlos Ronda, Jesús Puche, Fernando Rubio. Indio González, José Vidal, Emilio Sancho
87 min. Blanco y negro.

Cuando un cómico ya no es gracioso

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Mickey One (Acosado, 1965), Arthur Penn

Los primeros minutos de Mickey One cuentan muy sucintamente cómo puede un  cómico perder la gracia. Basta con que se corra una juerga con una desconocida y deba unos cuantos miles de dólares a la mafia. Las amenazas le impiden hacer nada a derechas. Los clientes de los locales de Detroit lo abuchean. El cómico (Warren Beatty) decide entonces cancelar su identidad, borrarse… Quema sus papeles, aborda un tren como si fuera un hobo más y se planta en Chicago.


Allí, una vez tocado fondo y con el nombre de Mickey One empieza a frecuentar los clubs de striptease. Un agente de medio pelo (Teddy Hart) se ofrece a representarlo y una mujer (Alexandra Stewart) se enamora de él e intenta ayudarlo. Entre ambos le consiguen una prueba en el Xanadu, un local del centro de la ciudad. Pero Mickey vive aterrorizado con la posibilidad de que todo sea una trampa.


Penn plantea una película esencialmente kafkiana. Mickey carece de identidad, no sabe de qué se le acusa ni a quién debería entregarse para saldar su deuda. Todo su trayecto es un zigzag en el que se alternan la huida y la búsqueda de expiación.


Penn dibuja así una alegoría del hombre contemporáneo, estrangulado por su propio miedo. ¿O la película es, como postulan algunos, una parábola sobre la caza de brujas? ¿O una requisitoria contra el control ejercido por el gobierno estadounidense sobre los ciudadanos?


Un personaje mudo, el artista (Kamatari Fujiwara), construye una complicada maquinaria a base de chatarra que ejecuta una extraña sinfonía y termina en llamas. Ya que andamos metidos en metáforas, bien valdría ésta por la propia película: un mecanismo aparatoso que produce un discurso disonante y finaliza abocando al cómico, oficiante del humor verbal, a la mudez.


¿Que por qué la proyectamos en la carpa entonces? Pues por acercarnos al mundo de la stand up comedy y a adentrarnos en esos clubs donde el batería es el rey de los músicos y entre número y número del protagonista podemos admirar a una stripteuse a o una pareja de baile acrobático. En esta ocasión no hemos sacado mucho más en claro.


Mickey One (Acosado, 1965)
Producción: Columbia Pictures (EEUU)
Director: Arthur Penn.
Guión: Alan Surgal.
Intérpretes: Warren Beatty (Mickey One), Alexandra Stewart (Jenny Drayton), Hurd Hatfield (Ed Castle), Franchot Tone (Ruby Lapp), Teddy Hart (George Berson), Jeff Corey (Larry Fryer), Kamatari Fujiwara (el artista mudo), Norman Gottschalk (el evangelista tartamudo), Benny Dunn (el comediante), Charlene Lee (la cantante), Ralph Foody (el capitán de policía), Donna Michelle, Dick Lucas, Jack Goodman, Jeri Jensen.
89 min. Blanco y negro.


The Mysterious Boys, esta noche en Le Sexy

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Salut l'artiste / L'idolo della città (¡Qué vida la del artista!, 1973), Yves Robert

Nicolas (Marcello Mastroianni) y Clément (Jean Rochefort) actúan en el cabaret Le Sexy como el dúo de transformistas “The Mysterious Boys”. Es su último compromiso del día, después de haber hecho uno como figurante sin frase una escenita de relleno en una película y el otro un spot de cigarrillos, de doblar una película de dibujos animados y de interpretar a dos policías acribillados en una obrita policiaca de ambiente alcaponesco.


El estajanovismo ha minado el entusiasmo de Clément, que decide dejar la profesión y dedicarse al lucrativo negocio de la promoción de pasta en grandes superficies. Pero Nicolas Montei, a pesar de su complicadísima vida sentimental y familiar, aún mantiene viva la llama de la ilusión por el oficio. Esta doble línea argumental proporciona a Salut l'artiste un tono agridulce, de comedia dramática, ungida de una melancolía que Mastroianni modula sin esfuerzo.


Nicolas Montei sigue adelante a pesar de que su hijo adolescente (Dominique De Keuchel) roba en una tienda de cámaras fotográficas y se fuga de casa, de que su primera mujer (Carla Gravina) mantenga un idilio con un extraño y de que su actual compañera (Françoise Fabian) esté harta de sus mentiras y sus inseguridades. En un momento –escena obligatoria en estas cintas protagonizadas por gentes del oficio- le acusará de fingir siempre, de no saber qué es verdad, ni qué, mentira.


Yves Robert coloca una y otra vez a Mastroianni ante el espejo, buscando respuestas en el rostro cansado que le mira desde el azogue. También, como el director de una tragedia de Racine que Nicolas nunca llegará a estrenar, le obliga a ponerse y quitarse el bigote postizo, a teñirse el pelo, a caracterizarse… Y, claro, la apoteosis de la metamorfosis es el número de transformismo en el que, alternativamente, los dos amigos se convierten en agentes de la policía montada del Canadá, cardenales o pierrots.


Para ejecutar estas operaciones se valen de una mesa de magia. Vestidos de rigurosa etiqueta –chaqué, bastón, chistera, pajarita blanca…- desvelan accidentalmente la trampa y el cartón del truco del conejo en la chistera. Es cuando intentan reparar el mecanismo que la mesita, con su tapete de terciopelo escarlata, les sirve de escondite para las trasformaciones, ejecutadas mediante el primitivo sistema mélièsiano del “truco por sustitución”.


Los desganados aplausos del público serán su única recompensa, porque el empresario (Max Vialle) tiene que pagar impuestos, derechos de autor, músicos y, sobre todo a las stripteuses, que son el plato fuerte de Le Sexy.


En breve volveremos con Mastroianni. Es una amenaza.


Salut l'artiste / L'idolo della città (¡Qué vida la del artista!, 1973),
Producción: Les Productions de la Guéville / Gaumont International (FR) / Euro International Film (IT)
Director: Yves Robert.
Guión: Yves Robert, Jean-Loup Dabadie.
Intérpretes: Marcello Mastroianni (Nicolas Montei), Jean Rochefort (Clément Chamfort), Françoise Fabian (Peggy), Carla Gravina (Elisabeth Montei), Evelyne Buyle (Arlette), Bernadette Robert (Rose, la mujer de Clément), Max Vialle (el dueño del cabaret), Dominique De Keuchel (el hijo de Montei), Henri-Jacques Huet, Lise, Sylvie Joly, Hélène Vallier, Betty Beckers, Lucienne Legrand, Simone Paris, Elizabeth Teissier.
96 min. Color (Eastmancolor)


En la redacción del Marc’Aurelio

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Federico Fellini llega a Roma en marzo de 1939. Su objetivo es emplearse como dibujante y articulista en el bisemanario humorístico de mayor circulación de la época, el Marc’Aurelio. Dirige la revista con mano de hierro Vito De Bellis y colaboran en ella una serie de humoristas que empiezan a tener sus escarceos con el cinematógrafo haciendo funciones de guionistas en tropel o simplemente como anónimos gagmen. Entre abril de 1939 y mediados de 1942, Fellini publica incansable cuentos y viñetas. Luego su progresiva dedicación a la radio y el cine, la desbandada de los colaboradores a causa de la guerra y el negocio de las caricaturas para los soldados americanos que llegan a Roma en junio de 1944, lo llevan por otros caminos.


Hay, sin embargo, en estos racconti umoristici recopilados por Claudio Carabba muchos recuerdos de infancia y adolescencia que aparecerán una y otra vez en sus películas más memorialísticas teñidos de melancolía no exenta de ironía. También está el descubrimiento de esa Roma nocturna y espectral que será escenario privilegiado de su obra, por mucho que a partir de determinado momento prefiera reconstruirla en Cinecittà.


“E permesso?” –o sea, ¿Se puede?-, publicado el 19 de abril de 1939 con el seudónimo de “Fellas”, relata precisamente su desembarco en la revista. Después de un breve prólogo en el que desacredita las distintas maneras tradicionales –recomendaciones de familiares, prohombres o jerarcas fascistas- de intentar colocarse allí, expone su teoría de que el trabajo propio es el mejor aval, relatando una serie de chistes entre los que destacan los dedicados a los seis meses de noche polar: “Estoy agotado porque esta noche no he pegado ojo”, “Es que esta ha sido mi noche de bodas”, “Mujer, ¿ te vas a poner así  porque salga una noche con los amigos?”… Nos importan menos los chistes, que el carácter confesional del prólogo, algo común a buena parte de su obra humorística, que suele revestir carácter vocativo. A veces, la receptora de estas confidencias es una “novia lejana”, llamada Bianchina y abandonada en Rímini. En la misma vena autobiográfica se desarrollan las series “Richettino, bambino qualunque” y “Secondo liceo”.


Pero vamos a lo que vamos… la serie de catorce artículos publicados en el invierno de 1940-41 dedicados al mundo del avanspettacolo y las variedades. A pesar de su sólida amistad con Aldo Fabrizzi, Fellini no se fija en las grandes estrellas, ni siquiera en el oropel y las lentejuelas. Su mirada se posa en los personajes de segunda y tercera línea, como los denominados fraquistas, hombres sin camerino, que se colocan el frac entre cajas, y salen únicamente al final de la función pertrechados con una espléndida sonrisa y dos pasos de baile mal aprendidos.


O el comicastro, un hombre obligado a hacer reír con un repertorio de chistes ajados, mientras el público reclama la presencia de las soubrettes. En la fantasía felliniana, el comicastro recibe la invitación de un rajá para que divierta a su harén y recibirá por ello en pago siete esmeraldas, ocho rubíes y el néctar del amor ofrecido por odaliscas de trémulos senos.


O las ocho bailarinas ocho, que a veces son seis o incluso cinco. Muchachas alemanas que carecen de nombre porque los espectadores las identifican por el color del pelo o por su posición en la fila:
“Bailarinas que no pueden dar iun paso de más ni levantar un brazo de menos. Bailarinas que, mientras esperan para entrar en escena, ensayan el tercer paso del quinto baile entre cajas llenas de telarañas, jovenzuelos con el rostro de naranja y cuerdas largas y finas. El conserje las observa y ellas creen que admira el paso que están ensayando. En cambio, el conserje piensa: ‘Esos pechos, vistos desde abajo, me cubrirían la cara’. Y también: ‘Si fueras hija mía te daba de bofetadas’… Bailarinas con ojeras profundas, pero que todavía ríen cuando una compañera se mancha la cara de verde. Y, al recordarlo, ríen de nuevo en el escenario mientras el público de los mil ojos gime y se estremece acalorado en sus butacas”.


Personajes, en fin, de Luci del varietà, cuyas capturas ilustran esta entrada.


Claudio CARABBA (ed.):
Federico Fellini: Racconti unoristici
Turín, Einaudi, 2004.
ISBN: 9788806171858


Lo que no salió en I Clowns

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Las capturas proceden de I Clowns

Hacer una película es la versión en castellano de uno de los mejores libros sobre Fellini: el que escribió él mismo en 1980 para Enaudi con el título de Fare un film. No fue una tarea fácil. El manuscrito original era un collage de entrevistas y páginas volanderas en mil y un idiomas que había recopilado la editorial Diogenes de Zúrich para editarlas en alemán en 1974. Una mera traducción al italiano habría resultado absurda y por única vez Fellini se involucró en la redacción de nuevos textos a partir de este material heterogéneo.


El resultado, ya lo avanzábamos más arriba es un libro de una clarividencia lacerante, inopinadamente complementaria a la componente irracional –rememorativa, onírica, espiritual si se quiere- que parece guiar toda su obra cinematográfica. Sólo por esto valdría la pena el libro, pero es que, además, ofrece un aluvión de información adicional al proyecto televisivo I Clowns .  Para empezar, la transcripción de la entrevista con Bario (Manrico Meschi) al micrófono, que luego fue incapaz de repetir ante las cámaras.




Bario propone la creación de una escuela de circo donde los payasos puedan aprender de sus mayores. Habla sobre el maquillaje, por ejemplo:
“El maquillaje es materia de enseñanza. Ni mucho ni poco. Si hay demasiado asusta a los niños. Albert Fratellini ha hecho llorar a muchos niños., con su trombón, con sus pies que se apagaban y encendían como luciérnagas. Hacer el payaso es bueno para la salud. Sienta bien porque uno puede hacer finalmente lo que quiere: romperlo todo, desgarrarlo, pegar fuego, rodar por los suelos… Y no hay nadie que te lo reproche, sino que por el contrario te aplauden… Y los niños quisieran hacer todo lo que haces: romper, quemar, rodar por los suelos… Por eso te quieren. Es preciso empujarlos por este camino, y hacer una buena escuela de payasos, con inscripción abierta también para los niños: sobre todo para los niños. Así pueden estar cómodos ellos, divertirse y hacer que otros se diviertan: es un buen oficio y, de saberlo hacer, se gana tanto como un oficinista. ¿Por qué los padres quieren que sus hijos sean oficinistas y no payasos? Todo eso está equivocado. Dicen: la risa hace buena sangre. Ah, yo creo en eso. Si uno ha pasado toda su vida en medio de carcajadas, cuando llega a viejo tiene los pulmones llenos de oxígeno”. (pág.167)


En ese compendio de reportaje televisivo, ejercicio memorialístico y documental que es I Clowns, Fellini incluye algunas reconstrucciones: ficciones que le permiten recrear su relación personal con el circo y, entre ellas, el descubrimiento de la carpa que levantaron una noche ante su casa como si fuera un milagro. O una pesadilla de Little Nemo, el cómic de Windsor McKay que parece inspirar la iconografía del episodio.




El segmento más extenso de estas reconstrucciones es el del “entierro del payaso”, que constituye el clímax de la película. Hay, no obstante, dos ficciones que Fellini detalla el Hacer una película y cuya ausencia nos duele especialmente.


La primera es la de la familia Zacchini, a decir de Fellini, los inventores de “la bala humana”. El primer Zacchini dedicado a los ejercicios aéreos fue Ildebrando, nacido en Ferrara en 1868 y fundador del Circo Olimpico. Uno de sus nueve hijos, Hugo, fue el que concibió el número de la bala humana, según la leyenda, como arma de guerra a utilizar en la contienda mundial del año 14. Al parecer el Estado Mayor italiano desestimó por impracticable la idea de un grupo de proyectiles humanos que pudieran sorprender al enemigo por la retaguardia y Hugo decidió proponérselo a su padre. El número se estrenó en El Cairo en 1922 y en 1926 se presenta en Barcelona. Escribe entonces el comentarista de La Vanguardia:
“Mr. Zacchini, el intrépido (…), realiza la hazaña de lanzarse disparado por la explosión de una carga de dinamita corriente desde el interior de un cañón monstruo. El momento de introducirse por la boca del cañón, este hombro bala, es de lo más impresionante que puede presentarse en público”. (4 de noviembre de 1926)


Poco después firmó un contrato con el circo de Ringling, Barnum y Bailey y se trasladó a Estados Unidos con sus hermanos.


Y aquí comienza su historia Fellini. Los Zacchini se instalan en Tampa (Florida) en una casa con un pequeño jardín sin extensión suficiente para realizar sus entrenamientos, de modo que instalaban sus aparatos en el jardín e iban a aterrizar en un prado, al otro lado de la carretera. Los accidentes en la zona eran continuos porque los automovilistas se despistaban cuando veían al proyectil humano pasar por encima de sus cabezas. El alcalde de Tampa decide entonces colocar sendos carteles en ambas entradas de la carretera en los que se advierte a los conductores:
“Si ven a un hombre que vuela no se asusten; son los Zacchini que ensayan sus ejercicios”.

Federico FELLINI:
Hacer una película.
Barcelona, Ediciones Paidós, 1999.
Traducción de Josep Torrell de Fare un film, publicado por Enaudi en Turín en 1980.
ISBN: 9788449307409

Scola vuelve a la redacción del Marc’Aurelio

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Che strano chiamarsi Federico! (¡Qué extraño llamarse Federico!, 2013), Ettore Scola


Ettore Scola rinde homenaje a Federico Fellini en un documental que es otra cosa. Por eso se subtitula “Scola cuenta a Fellini”.


En Che strano chiamarsi Federico! el retrato del de Rímini no se elabora a partir de fechas y datos objetivos sino de la reconstrucción fantaseada desde la memoria del deambular en coche por la Roma nocturna, de los platós de Cinecittà o de la llegada del joven Federico a la redacción del Marc’Aurelio [http://www.circomelies.com/2015/10/en-la-redaccion-del-marcaurelio.html].


Lo que habíamos intuido a partir de los recuerdos de Fellini, podemos verlo ahora escenificado en un decorado construido en Cinecità. Por la redacción del Marc’Aurelio prebélico desfilan el joven Fellini (Tommaso Lazotti), su amigo y cómplice Ruggero Maccari (Emiliano De Martino), el jefe de redacción Steno (Andrea Salerno) o el director Vito De Bellis (Sergio Pierattini), y tenemos ocasión de ver las reuniones de redacción bisemanales en las que éste sentencia si un artículo o una viñeta “dan risa” o “no dan risa”.


La admiración de Scola por Fellini ha nacido en su casa de Trevico, cuando era un niño aficionado a hacer caricaturas y le leía a su abuelo ciego la revista satírica en la que aparecía la serie “Ma tu mi stai a sentire?”.


Trasladado a Roma en la posguerra para cursar estudios universitarios de Derecho, el joven Ettore (Giacomo Lazotti) ingresa en la redacción del semanario humorístico en la etapa en que Vittorio Metz (Andrea Mautone) y Marcello Marchesi (Nicola Ragone) actúan como motor humorístico de cuanta comedia se rueda en Roma. Es como “negro” de la pareja que Scola empieza a colar escenitas y gags verbales en películas como La famiglia Passagai fa fortuna (Aldo Fabrizi, 1952) y como se convertirá en guionista de lo más granado de la commedia all’italiana. Nueva coincidencia, puesto que Fellini escribió también sketches para los espectáculos de revista de Aldo Fabrizi.


Scola revive las noches en que acompañaba a Fellini y Maccari en sus trifulcas amistosas por el éxito o fracaso de sus guiones y se embarca en una serie de recorridos en coche en los que se resumen ideas fellinianas no sólo sobre el cine, sino sobre el arte en general, la pintura en particular, la mentira como disfraz de la imaginación y la mujer como arcano irresoluble. Es así como llegamos al momento en el que le pide al maestro que se interprete a sí mismo en C’eravamo tanto amati (Una mujer y tres hombres, 1974) dirigiendo a Marcello Mastroianni en la escena de la Fontana di Trevi de La dolce vita (1961). En estas escenas, la ficción y el material de archivo se retroalimentan, y dan pie a Scola a establecer un diálogo con Fellini a través de la utilización que cada uno hace del actor Marcello Mastroianni. La madre del actor recriminará a Scola, contra un chroma en el que el oleaje bate en la playa, que siempre saque a su hijo tan feo cuando Fellini siempre lo saca apuesto.


Vuelve entonces Scola a su propia obra, a Mastroianni encarnando a Casanova en Il mondo nuovo / La nuit de Varennes (La noche de Varennes, 1982), un papel para el que Fellini se negó a hacer una prueba a su actor fetiche, y eso que, antes de recalar en Donald Sutherland, realizó ensayos con Tognazzi, Sordi y Gassman.


La historia, por supuesto, no termina con la muerte de Fellini y su velatorio en el estudio 5 de Cinecittà. El carrusel sigue girando y Scola, contando a Fellini, se ha contado también a sí mismo.


Che strano chiamarsi Federico! (¡Qué extraño llamarse Federico!, 2014), Ettore Scola
Producción: PayperMoon  / Palomar  / Istituto Luce-Cinecittà (IT)
Director: Ettore Scola.
Guión: Ettore Scola, Paola Scola, Silvia Scola.
Intérpretes: Vittorio Viviani (el narrador), Sergio Pierattini (el director del Marc’Aurelio), Vittorio Marsiglia (el cómico del avanspettacolo), Antonella Attili (Wanda, la prostituta); y con la participación de Tommaso Lazotti (el joven Fellini), Emilio De Martino (el joven Maccari), Giacomo Lazotti (el joven Scola), Sergio Rubini.
95 min. Color.




El fantasma del domador del Cirque Medrano

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La tendre ennemie (1936), Max Ophüls

A la fiesta de compromiso de Line Dupont (Jacqueline Daix) llegan dos invitados inesperados: los fantasmas de su padre (Georges Vitray) y el del amante de su madre, el famoso domador Rodrigo (Marc Valbel). Ambos cayeron en acto de servicio… amatorio.


Amparados en la invisibilidad que les proporciona su naturaleza ectoplasmática, los dos repasan su vida en común con Annette (Simone Berriau). Dupont se casó con ella y le proporcionó todos los lujos, pero a pesar de esto ella estaba siempre insatisfecha. El tío Emile (Pierre Finaly) propone un viaje a París que suavice las cosas.


Allí Annette se enamora perdidamente del domador. O se encapricha con él. Igual da. La cosa es que lo sigue hasta la Costa Azul. El médico ha recomendado descanso a Rodrigo. Nada peor que su estado de nervios para entrar cada día en la jaula de los tigres. Pero la pasión devoradora de Annette es aún más feroz que los felinos. Una noche, cuando el domador se enfrenta a los animales…

Dupont, en cambio, falleció intentando olvidar, apurando un champán, un amor mercenario y un baile que no le saciaban.


Ahora, ambos están dispuestos a que la pequeña Line no se entregue al matrimonio de conveniencia negociado por su madre y el tío Emile. Line está enamorada de un intrépido as de la aviación, dispuesto a hacer un raid desde Dinamarca para rescatar a su amada… Es entonces cuando los dos fantasmas advierten que no están solos. A la cita ha acudido también el tercer amante de Annette, del que ninguno de ellos tenía noticia. No es extraño, ya que no fue el tercero sino el primero y su amor quedó sin consumar. Ella misma renunció al amor puro de este marinero que pretendía escapar con ella en un barco, para aceptar el matrimonio de conveniencia con el señor Dupont.


Mediante este birlibirloque narrativo, la depredadora amorosa pasa a convertirse en víctima del mismo altar en el que ahora pretende inmolar a su hija. Ningún amor podría satisfacerla porque el verdadero amor pereció cuando, al enterrase de que ella no ibaa acudir a la cita, el romántico enamorado se descerrajó un tiro en la sien. Ahora, los tres fantasmas están de acuerdo en que la historia no debe repetirse.


Por lo que vemos, mucho antes de decidir que el circo era el escenario ideal para contar la vida de la bailarinaLola Montes Ophüls ya había instalado su cámara en la pista del Cirque Medrano, en el Montmartre de los primeros años del pasado siglo. Más preocupado por lo que se esconde detrás del espectáculo, que por el propio espectáculo, sitúa la acción en camerinos, escaleras y corredores y, sólo cuando la situación lo requiere, muestra de pasada al domador con sus tigres. Es apenas un instante, antes de que el destino lo alcance en forma de zarpazo mortal.


La tendre ennemie (1936)
Producción: Eden Productions (FR)
Director: Max Ophüls.
Guión: Curt Alexander, de una novela de André-Paul Antoine.
Intérpretes: Simone Berriau (Annette Dupont), Jacqueline Daix (Line), Catherine Fonteney (su madre), Georges Vitray (Dupont, el marido), Marc Valbel (Rodrigo, el domador), Lucien Nat (Lucien, el suicida), Maurice Devienne (el novio de Line), Pierre Finaly (el tío Émile), Henri Marchand y André Simon (los camareros), Camille Bert (el doctor Desmoulins), Laure Diana, Janine Darcey, Roger Legris, Liliane Lesaffre, Germaine Reuver.
68 min. Blanco y negro.



Crimen sobre hielo

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Suspense (1946), Frank Tuttle

Hubo en el musical estadounidense una estrella bastante improbable: la patinadora noruega Sonja Henie. Durante la segunda mitad de la década de los treinta, a pesar de su marcado acento y su escasa habilidad interpretativa, sus suntuosos musicales para 20th Century Fox se contaban por taquillazos. Los responsables de Monogram, un modestísimo estudio que llevaba facturando westerns y seriales desde principios de los años treinta, decidieron que no querían quedarse atrás y contrataron a la patinadora británica Belita Jepson-Turner. Su talento para la danza y el patinaje pudieron ser disfrutados por el público americano de los circuitos menos refinados en Silver Skates (1943), en Lady, Let's Dance! (1944) y en la película que ayer pudimos ver en la carpa: Suspense(1946). Mientras las dos primeras son musicales estrictos -con las convenientes dosis de propaganda bélica, dado el momento de su producción-, la última figura en todas las antologías del noir por ser el primer intento de Monogram de salir del circuito del Callejón de la Pobreza.

Joe Morgan (Barry Sullivan) llega al puesto de tiro al blanco de Max (George E. Stone) en busca de trabajo, pero éste le recomienda que hable con Frank Leonard (Albert Dekker), el empresario del palacio de hielo de la feria de Los Ángeles.


Joe hace amistad con Harry (Eugene Pallette), el segundo de Harry, y no deja de tirarle los tejos a la estrella del espectáculo, Roberta Elva (Belita). Claro que ella, aparte de la principal atracción, es la mujer de Frank. Sin embargo, éste tiene que viajar cuando le ofrecen el palacio de hielo de Chicago y Joe se queda a cargo de todo, incluido un número estrella que se le ha ocurrido a él. Roberta saltará por un aro hecho de sables puntiagudos en el que apenas queda sitio para que pase su cuerpo.


El decorado daliniano en el que se desarrolla el número habla bien a las claras de esa facilidad para la coctelería de alta y baja cultura con la que se concebían estos brebajes en Hollywood. Por no hablar de la artificiosidad del decorado de alta montaña: una lagunita helada en la que Joe contempla a Roberta ejercitarse mientras Frank, que sospecha que le están poniendo los cuernos, busca un risco para disparar contra él con un rifle de caza. Es a partir de este momento que la película empieza a hacer honor a su título. Por desgracia, ha pasado una hora de metraje.


Ha sido en este punto también donde se ha desvelado la clave del espectáculo de feria. Joe le pregunta a Roberta por qué patina. Ella contesta que por satisfacer al público. Joe replica que si el número tiene éxito se debe a que a los espectadores les gustaría verla ensartada en los sables y chorreando sangre. “No pienso darle ese gusto –argumenta la patinadora-. Así regresarán”.

 

Por lo demás, las escenas de patinaje –incluido ese monumento al kitsch que supone el número de inspiración afro-cubana coprotagonizado por Miguelito Valdés- suponen un lastre importante para una historia en la que las motivaciones de los personajes nunca terminan de estar claras, algo imperdonable cuando se quieren plasmar las ambigüedades morales del noir. Frank Tuttle había facturado al menos una obra canónica del género, This Gun for Hire (1942), pero entonces contó con el respaldo de Paramount Pictures y dos estrellas del tamaño (reducido) de Veronica Lake y Alan Ladd. En 1951 declaró ante el Comité de Actividades Antiamericanas y delató a varios compañeros del Partido Comunista en los años treinta. A pesar de ello, sólo rodó tres o cuatro películas más a lo largo de la década.


Suspense (1946)
Producción: Monogram Pictures (EEUU)
Director: Frank Tuttle.
Guión: Philip Yordan.
Intérpretes: Belita (Roberta Elva), Barry Sullivan (Joe Morgan), Bonita Granville (Ronnie), Albert Dekker (Frank Leonard), Eugene Pallette (Harry Wheeler), George E. Stone (Max), Edit Angold (Nora), Leon Belasco (Pierre Yasha), y las actuaciones de Miguelito Valdés y Bobby Ramos and His Rumba Band.
101 min. Blanco y negro.




Huesos divertidos

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Los huesos divertidos se tienen o no se tienen. Los hombres y mujeres de circo suelen tenerlos fuertes, elásticos, resistentes, adiestrados para la contorsión más enrevesada o la dislocación más grimosa. Muchas veces, más de lo que nos gustaría, acaban rotos, desgastados de tanto esfuerzo y repetición. Desgraciadamente, tenerlos divertidos es algo más difícil de entrenar aunque haya algunas técnicas que puedan ayudar un poco. En el fondo, se tienen o no se tienen, como el talento. Y si no los tienes pero te crees gracioso, pues puedes ser un exitoso monologuista o un cómico de chistes original o un artista de calle con la gorra rebosante de dinero.


Hace tiempo bastaba con tener huesos cortos o deformes para obtener un desahogado lugar entre los bufones de la corte, pero hoy en día eso no es suficiente ni políticamente correcto. Tampoco es para tirar cohetes la colección de videos recopilatorios de caídas, golpetazos, resbalones, acrobacias fallidas y demás accidentes del tipo piel de plátano. Nos hace gracia porque somos bastante cabrones y nos gusta ver a los demás por el suelo. Entonces, ¿qué hace falta para tener los huesos divertidos? ¿Se heredan? ¿Es una reacción química que se produce en la materia ósea por alguna circunstancia que los estudiosos no han sabido interpretar? ¿Se pueden tener los huesos divertidos y ser un soso?


Hace diez años —ya sabéis que esta sección no se destaca precisamente por su rabiosa actualidad—, se estrenó Funny Bones, Los Comediantes fue su título en España, un film dirigido por Peter Chelsom que trata de todo esto, es decir, de la naturaleza de la comedia. La película pasó un poco desapercibida por el trasfondo trágico de la historia, una mezcla arriesgada de comedia y tragedia que puede resultar indigesta para algunas personas pero que en mi caso se convierte en una delicia. Cuestión de paladares, de gustos.


Tommy Fawkes (Oliver Platt) es un atormentado cómico que acaba de vivir una noche desastrosa en un hotel de Las Vegas en presencia de su padre George (Jerry Lewis), un famoso y popular comediante que eclipsa a su joven hijo subiéndose al escenario antes que él y robándole su chiste estrella. Tommy huye del escenario tras el fracaso y emprende un viaje iniciático para encontrar sus raíces y, de paso, encontrar material cómico para un nuevo espectáculo.


Para eso, se traslada, de incógnito, a su ciudad natal, Blackpool, localidad costera del noroeste de Inglaterra, donde se encuentra el Pleasure Beach, un parque de atracciones situado junto al paseo de la playa, con la segunda montaña rusa más alta de Europa, y el Blackpool Tower Circus, un circo estable ubicado entre las cuatro patas de la emblemática torre de la ciudad que lleva abierto ininterrumpidamente desde 1894.


En Blackpool parece que se ha detenido el tiempo. Sus habitantes conforman una colorida y bizarra colección de postales de otro tiempo. Entre todos ellos, Tommy está absolutamente convencido de que va a encontrar lo que busca. Para ello organiza un casting de pago —¿pero eso existe?—, “50 libras por mirar”. “Pero nada de chistes”, insiste Tommy, “gente cómica, comedia física, ideas que sean originales…, los chistes se los dejo a Georges Fawkes.”


El casting es un estrafalario desfile de artistas de toda índole y condición: la sombra, un lazador de cuchillos que falla hiriendo a su partenaire, una abuelita con su sierra-violín, un hombre que habla al revés, un mago mimo que se autodecapita, una amaestradora de perros que no consigue el ladrido en el tempo justo, un viejo bailarín de claqué con cajas de galletas por zapatos, un trío de monociclistas vestidos con un tutú, un enano gaitero, un falso enano policía, un cura que infla un guante de plástico embutido en su cabeza, un militar haciendo un desfile beatbox…


Pero eso no es todo, lo mejor está por llegar. En Blackpool viven los Parker, una extraña familia de artistas que viven debajo de la montaña rusa. Thomas Parker, el más viejo, es el genial malabarista excéntrico y hombre de goma, George Carl. Si no lo conoces deberías ir rápidamente a youtube y hacer una búsqueda. Freddie “Parrot Face” Davies, un conocido comediante inglés con más de cincuenta años de profesión, y autor del éxito musical “So Lucky”, es Bruno Parker. Los dos hermanos, después de una brillante carrera como payasos, trabajan ahora como fantasmas en el túnel del terror del parque de atracciones. Los dos tienen huesos divertidos, de eso no cabe duda. Y por otro lado son los únicos que asustan en el temido túnel.


Junto a ellos está el joven Jack Parker (Lee Evans) y su madre Katie (Leslie Caron), la ex de Thomas. Lee Evans es un reputado actor inglés de Stand Up Comedy. Su peculiar manera de utilizar su cuerpo nos recuerda a otro gran actor cómico inglés, Norman Wisdom. En Funny Bones, Lee Evans interpreta a un talentoso artista, algo trastornado y con un pasado oscuro y tortuoso por lo que tiene prohibido actuar ante el público. Su madre es una encantadora cantante francesa que cuida de su pequeño con gran celo. Los Parker guardan un secreto. Thomas lleva 12 años con depresión y no habla ni una palabra.


El encuentro con los Parker, revuelve la memoria de Tommy Fawkes y la de Kattie. Ambos se conocen aunque todavía no se ha desenmascarado del todo la relación que los une. Pero a la hora de de firmar el contrato de cesión de los derechos de autor, Tommy se reencuentra con su pasado: su padre tuvo una aventura con Kattie de la cual nació Jack. Y lo que es peor, su padre robó todo el material cómico a los Parker antes de huir de Blackpool para esconder su desliz y salvar su reciente matrimonio.


Tras este reencuentro, Georges Fawkes viaja a Blackpool para encontrarse con su hijo y  congraciarse con los Parker y les consigue un contrato como número principal en el circo. Después de doce años vuelven a la pista animados por un extraño polvo que Jack ha escondido en la caja de maquillaje. El polvo es un producto regenerativo que rejuvenece y forma parte de la trama policiaca de la película que hemos obviado. Excitados por el misterioso producto, los hermanos Parker realizan un acto excepcional, el número del restaurante. Pero los Parker se tienen reservada otra sorpresa, la actuación prohibida del joven Parker.


Maquillado como para dar miedo, ojeras y dientes rotos, el joven cómico salta a la pista —literalmente, huyendo de la policía— y realiza el acto que popularizó Fattini inspirado en el número acrobático de Ben Dova (el francés Joseph Späh), el acto del borracho y la farola cimbreante. Jack recibe una estruendosa ovación al mismo tiempo que aumenta el número de policías que le persiguen.


Un policía sube a la farola con la intención de apresar al artista. Ahí está a punto de suceder de una desgracia, mientras Tommy descubre que está empezando a gustar al público…, siente que sus huesos empiezan a ser divertidos.  


Funny Bones (1995)
Producción: Hollywood Pictures (USA/UK)
Director: Peter Chelsom
Guionistas: Peter Chelsom, Peter Flannery
Música: John Altman
Intérpretes: Jerry Lewis (George Fawkes), George Carl (Thomas Parker),  Freddie Davies (Bruno Parker), Lee Evans (Bruno Parker), Leslie Caron (Katie Parker), Ian McNeice  ( el comisario Stanley Sharkey), Olliver Reed (Dolly Hopkins) y Richard Griffiths (Jim Minty).
Color. 128 min.


En la cuerda floja

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"On a Tightrope"(2007), Petr Lom

Nos hemos topado con este documental del checo Petr Lom y nos ha sorprendido los valores que encierra tanto el documental como el circo en si mismo, y más concretamente los valores del Dawaz, el equilibrio sobre una cuerda a gran altura. en la región de los Uighurs, en la provincia de Xinjiang, en el noroeste de China, el Turkistán Este por si nos aclaramos un poco más. La zona está rodeada por Mongolia, Kazakstan, Kyrgyzstan, Pakistan, India y Tibet. ¿Nos hemos situado? 


Pues allí transcurre la acción de este comprometido documental. Dentro de un colegio para niños y niñas huérfanas. Los chavales son Uighurs, musulmanes en China, nacionalistas y religiosos, dos tabús para las autoridades políticas chinas y para los profesores de la escuela. Los estudiantes tienen prohibido profesar su religión y son obligados, a la menor oportunidad, a cantar a la gloriosa unidad de China. El equipo de grabación estuvo en todo momento muy vigilado e incluso podemos ver cómo les prohíben traducir sus órdenes y recomendaciones –amenazas. La zona se siente tan nacionalista como el Tibet, pero nunca ha recibido la atención internacional.


Petr Lom sigue a cuatro de los estudiantes huérfanos en su lucha para conseguir un futuro mejor. Una manera de hacerlo es siendo una estrella del Dawaz. Como Adhili Hoshur, un acróbata sobre la cuerda que es una auténtica estrella y un ídolo popular en esta zona. El Dawaz, una tradición más que milenaria en esta región, está considerada por muchos Uighurs como una de las más nobles entre sus tradiciones y se muestran orgullosos de sus grandes artistas, de sus habilidades sobre la cuerda sin red de seguridad y de los récords que consiguen batir cada año. En 2010, Adhili estuvo 60 días sobre la cuerda en el Bird's Net Stadium. Es Uighur, un orgullo para toda su gente, en especial los más pequeños y desamparados


Los niños practican en el destartalado y medio abandonado patio del colegio y se libran de algunas de las clases y actividades del resto de sus compañeros. Entrenan bajo la atenta mirada de un entrenador que parece más ocupado en buscar un pequeño beneficio por su acción solidaria que en ofrecer una alternativa a los niños. 


Algunos de estos huérfanos sueñan con ser grandes estrellas del Dawaz y después de nueve meses de entrenamiento intenso son rechazados por el profesor que explica que todo lo hace por amor al arte. Él no es tan conocido como Adhiki pero es un experto en la materia y ayuda en lo que puede. Los chavales hablan de su frustración, de haber dejado los estudios para nada. Hablan de sus familias, de su propia lengua y de la china. De su religión no pueden hablar, tienen prohibido tenerla. Hablan de su debida lealtad al comunismo. Hablan de su futuro, de sus sueños de futuro. 


Cuando el primer profesor los abandona para atender sus propios negocios, los chavales encuentran a un viejo maestro que se empeña en sacar a la pequeña troupe adelante. Amablemente, con el amor de un padre, paciente y sabiamente, consigue su objetivo con éxito con el visto bueno de la autoridad. 


Hemos visto con anterioridad esta tradición Uighur en el fantástico documental Au Fil de l´Acrobatie (1993), de Laurent Chevallier y Dominique Mauclair. En esta película viajamos con una experta troupe tradicional de Dawaz en un viejo camión, montamos los mástiles de madera y la cuerda a 20 metros de altura, comprobando su frágil seguridad, y asistimos al aire libre, en un paraje excepcional, a un espectáculo maravilloso que combina humor y riesgo de una manera deliciosamente inocente.

El documental On a Tightrope, sin esa intención tan claramente circense de la cinta de Mauclair, mantiene el equilibrio, como esa cuerda tensa a 20 metros de altura, entre la cultura Uighur y la cultura China, entre musulmanes y comunistas, entre el paternalismo y la liberación educativa, entre fantasía y realidad, entre la ambición y la resiliencia. Es un documental de denuncia, con toques de neorrealismo italiano que dan al trasfondo social una dimensión bella y profunda. Lo podéis ver online aquí: [http://www.snagfilms.com/films/title/on_a_tightrope]


On a Tightrope (2007)
Producción: Lom Films / Piraya Film A/S (CAN)
Director:  Petr Lom
Productor: Torstein Grude
Color, 74 min.



El lenguaje del gesto

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Le geste ce langage, (1962), Paul Bordry

Mimes d'Orient et d'Occident
Le geste, ce langage, es un documental que traza un panorama de la tradición de los mimos en Oriente y Occidente. El film presenta seis números sin palabras que muestran la diversidad de formas de expresión del arte universal del gesto. Financiado por la Unesco tenía como objetivo dar valor a las diferentes manifestaciones culturales y mostrar al mismo tiempo su cercanía. 



La película fue presentada, fuera de competición, en el XV Festival Internacional de cine de Cannes, en 1962 y en el XX Festival Internacional de cine de Berlín, en el mismo año.





El francés Jacques Gaffuri y la italiana Fiamma Walter realizan una pantomima de la Comedia del Arte; de Turquía nos muestra su original pantomima, Erdinc Dincer; desde la India nos hipnotiza con la sutileza de los movimientos orientales, Anjali Davi; el preciso y expresivo trabajo japonés está a cargo de Takashi Tsukahara; la nota excéntrica la pone el mimo polaco Henry Tomaszewski; y el tono musical y rítmico lo dan la norteamericana Laura Steele y el holandés Dirk Danders. 





Le geste ce langage (1962)
Producción: UNESCO
Música: George Van Parys
Dirección artística: Jan Doat
Realización: Paul Bordry
Intérpretes: Jacques Gaffuri, Fiamma Walter, Erdinc Dincer,  Anjali Davi, Takashi Tsukahara, Henry Tomaszewski, Laura Steele y Dirk Danders
Blanco y negro. 26 min.


Etaix, Tati, Lewis, Fellini

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Aún no tenemos este libro en nuestra biblioteca de temas circenses pero esperamos tenerlo pronto. C'est ça Pierre Etaix es un catálogo, a modo de abecedario, del universo etaixiano en el que conviven dibujos, poemas, carteles, epigramas…


Aprovechando el lanzamiento editorial, los muchachos de DCVclassik entrevistan al maestro [http://www.dvdclassik.com/article/entretien-avec-pierre-etaix]. Aquellos que tengan unos mínimos conocimientos de francés hará bien en pasarse por el portal y conocer de primera mano las opiniones de Pierre Etaix sobre su propia obra, pero también de su relación con Jacques Tati [http://www.circomelies.com/2009/03/pierre-etaix-gagman-y-dibujante.html]

… el anuncio de que en 2025 quedará por fin liberado el negativo de The Day the Clown Cried, depositado por Jerry Lewis en la Biblioteca del Congreso estadounidense…


… o esta polémica declaración sobre Fellini, en el repaso de cuya obra nos hayamos inmersos –sin grandes prisas, todo hay que decirlo- estos días:
Quedé completamente decepcionado. No esperaba eso de Fellini. No sabía qué hacer con este proyecto [I Clowns]. Acababa de rodar Satyricon. Le pregunté: “¿Qué puedes hacer después de una película como ésta?” Y él me contestó: “Otra película”. Bueno.... Era más listo que un simio. En vez de hacer una película para el cine, la hizo para televisión. Pero los medios eran considerables. Sus ayudantes estaban consternados: “¡Qué pena que no se proyecte en pantalla grande!” (...) Listo como él solo, Fellini terminó arreglándoselas para estrenar la película en el cine, pero dejando bien claro que estaba rodada para televisión. Y de repente, todo el mundo empezó a decir: “¡Ah, sí, la televisión nos podría ofrecer cosas interesantes más a menudo!” Así fue. Me gustan mucho algunas de sus películas. Amarcord es una obra maestra absoluta. Pero él es un farsante. Demasiado listo para mí.

Odile Etaix y Marc Etaix (eds.):
C'est ça Pierre Etaix
París, Seguler / Arte Editionss, 2015
408 páginas.
ISBN: 9782840496977

El vestuario maldito

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Clown (2014), Jon Watts

Kent McCoy (Andy Powers), un agente de ventas de casas está revisando una de sus nuevas casas cuando recibe la llamada de su mujer Meg (Laura Allen), que está desesperada porque el payaso de la fiesta de cumpleaños de su hijo le acaba de comunicar que no puede acudir al evento. Casualmente en la casa, que está llena de polvo y necesita un buen remodelado, hay un viejo baúl que contiene un disfraz y una nariz de payaso, por lo que la fiesta se salva. Kent se entrega en alma y cuerpo en la fiesta de su hijo y acaba agotado, durmiéndose en el sofá con el vestuario y el maquillaje de payaso  puestos.


Por la mañana, sin tiempo para cambiarse y sin poder quitarse el maquillaje, Kent leva a su hijo al colegio y se va al trabajo. En el trabajo intenta quitarse la nariz, el maquillaje y el vestuario, pero no lo consigue.  En casa, su mujer extrañada le arranca la nariz de payaso arrancándole un buen trozo de nariz. Después de ir al hospital, comienza a pensar que está loco y vuelve a la casa donde encontró el baúl. Rebuscando descubre el nombre del antiguo dueño del vestido. Durante la visita descubrirá que el traje está endemoniado, que en realidad es la piel y el pelo de un antiguo demonio del norte de Europa llamado Cloyne, que devoró a cinco niños (uno por cada mes del frío invierno norteño) y que la condena para quien lo lleve es la decapitación o el canibalismo. 


Herbert Karlsson (Peter Stormare), que regenta un almacén de vestuario teatral, el antiguo propietario del vestido de payaso, conoce muy bien la maldición e intenta matarlo. Kent logra evitarlo y huye de de Herbert y de su su familia e intenta suicidarse pegándose un tiro en la boca, pero no le mata. El demonio es inmortal a no ser que se le corte la cabeza. En el segundo intento de suicidio, casualmente mata a un niño y comienza a experimentar en profundidad la dimensión de su problema de vestuario: le gusta devorar niños. La única manera de librarse del demonio es dándole lo que quiere. Así lo consiguió Herbert, ayudando a su hermano, también poseído, con niños terminales de un hospital de cáncer. Meg, después de descubrirlo, piensa que puede hacer lo mismo y ayudar a su marido.


Y comienza el terror, señores. ¿Se comerá Kent/Cloyne a los cuatro niños restantes? ¿Será su propio hijo uno de ellos? ¿Y el perro, que se ha comido parte de la nariz de Kent, estará también poseído? ¿Son estas preguntas spoiler o es el género en sí mismo un inmenso spoiler? Preguntas que el director no tuvo que responder con precisión cuando en 2010 realizó el fake trailer Clown, junto con Christopher D. Ford. En este falso trailer que subieron a youtube atribuían la dirección al "Master of Horror" Eli Roth, director de Hostel (2005) y su secuela. A éste le hizo gracia el atrevimiento de estos jóvenes y aceptó el reto de producirla e incluso de interpretar un papel. Cuatro años más tarde se estrenaba Clown.


Jon Watts y Christopher D. Ford consiguieron escribir un guión completo que reúne todas las características del género. La película cuenta además con el sello de Eli Roth y una buena interpretación de los principales roles, pero aún así no logra convencer del todo. No estoy del todo seguro de que aunque el último plano es el primero de una posible secuela, los productores se animen a financiarla. O a lo mejor sí. Después de todo hay que mantener bien alimentado el terror que los payasos producen en los niños.


Puedes verla aquí.

Clown (2014)
Producción: CAN/USA
Director: Jon Watts
Guión: Jon Watts y Christopher D. Ford
Productor: Eli Roth y Mac Cappuccino
Música: Matt Veligdan
Intérpretes: Laura Allen (Meg McCoy), Andy Powers (Kent McCoy), Peter Stormare (Herbert Karlsson), Eli Roth (Frowny the Clown), Elizabeth Whitmere (Denise), Christian Distefano (Jack McCoy), Chuck Shamata (Walt), Robert Reynolds (Dr. Martin Karlsson), Lucas Kelly (Colton), Michael Riendeau (Robbie), Matthew Stefiuk (el detective)
Color, 100 min.




Marionetas de la vida

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Noite de Marionetes (2006),  Haroldo Borges

Hemos encontrado este corto brasileño de 2006 que teníamos olvidado en nuestras estanterías. Al revisarlo entendemos porqué no le habíamos prestado demasiada atención a pesar del título y de la sinopsis que podemos leer en la carátula: es el encuentro entre una prostituta y un joven payaso de un viejo circo de provincias.


El viejo circo es una destartalada lona compuesta de retales a la que rodean apenas un par de caravanas igual de cochambrosas. El escaso público que se sienta en sus gradas de madera se aburre con un número de payasos que no acierta a arrancar ni una risa.


Son los primeros planos de la película. Después, los payasos travestidos se cambian en el camerino. Son jóvenes. Demasiado jóvenes para encarnar con solidez nuestro rol favorito de payaso triste, pero el tópico es más fuerte que el sentido común. El payaso está triste. Así que se va a dar una vuelta.


En su paseo nocturno se topa con una prostituta, otra marioneta de la vida, que sueña con el día de su boda. Un encuentro fugaz, de una noche, pero que parece que al joven payaso le sirve para recuperar su inspiración. Faltaría más. Por fortuna no volvemos al circo cutre, por lo que imaginamos un futuro feliz para el protagonista. 


La película está rodada en Salvador de Bahía y en algunos planos podemos imaginar la belleza de Península de Itapagipe. El circo proveedor de los materiales para el corto fue el Circo Napolitano, un circo brasileño del que no hemos encontrado demasiadas referencias, pero es que en Brasil hay cientos de circos, pequeñosgrandes a lo largo y ancho de su territorio. Podría ser, como dice el enlace anterior, el Circo Napolitano, propiedad de José Lima, aunque en los títulos de crédito nos hemos encontrado con un escueto André (Circo Napolitano).


Noite de Marionetes (2006)
Producción: Paula Gomes (BRA)
Director: Haroldo Borges
Guión: Haroldo Borges, Paula Gomes y Leandro Araújo

Intérprertes: Ravi Ramos Lacerda,  Cristiane Ferreira,  Lúcio Tranchesi,  Fernando Neves
14 min. Color.

Abandonar Rímini

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I vitelloni (Los inútiles, 1953), Federico Fellini

Es difícil rehuir el enfoque biográfico cuando uno se enfrenta a I vitelloni. ¡Hay tantas cosas aquí del Federico Fellini que abandona la indolencia de Rímini para buscarse la vida en Roma! Y sin embargo, el sentimiento que predomina no es la nostalgia por la juventud apenas perdida ni por las amistades que quedan atrás. Cuando uno ve la película no puede dejar de sentir un estremecimiento de melancolía en el que hay una nota discordante: la acritud del ajuste de cuentas que Fellini lleva a cabo con su ciudad. No en vano, Fellini abandona Rímini con apenas diecinueve años.


La acción se desarrolla a lo largo de un año, con sus hitos señeros: el verano con la elección de Miss Sirena, el carnaval con su gran baile, la llegada de la primavera y su compañía de revista… Fellini muestra los actos sociales que puntúan estas fechas. No sólo eso, sino que nos muestra su revés. Por eso, más que las aventuras sentimentales de Fausto (Franco Fabrizi), en cuyo devenir se hilvanan las ilusiones de Moraldo (Franco Interlenghi), las fantasías del enmadrado Alberto (Sordi), las inquietudes literarias de Leopoldo (Trieste), el entusiasta Riccardino (Fellino)… Más que los devaneos de Fausto, “guía espiritual” del grupo, decíamos, lo que cuenta son los ritos de los retoños de la pequeña burguesía provinciana.


La película arranca con la elección de Miss Sirena 1953, premio que recae en Sandra (Eleonora Ruffo), la hermana de Moraldo a la que Fausto ha dejado embarazada. Además, estalla una tormenta y la velada finaliza abruptamente.


Como el intento de que el viejo actor Sergio Natali (Achille Majeroni) monte la obra que ha escrito Moraldo y que culmina con una patética escena de seducción en la playa. Mientras tanto sus amigos coquetean en el café con las soubrettesde la revista. Fausto termina encamado con la primera vedette y todavía quiere creer que podría irse con la compañía, sin responsabilidades, siempre rodeado de mujeres estupendas.


Acaso la escena más célebre sea aquélla en la que Alberto les hace un corte de mangas a los peones que trabajan en la carretera. El insulto es el peor que se le puede ocurrir: “Lavoratori!”. O sea, trabajadores… Inmediatamente después el coche se cala y los “vitelloni” son apedreados por los currantes. Fellini retrata también al travestido Alberto estupidizado por el alcohol la mañana después del gran baile de carnaval. Es como si se empeñara en demostrar que toda alegría no puede acabar sino en profunda tristeza.


Pero más allá del esperanzador viaje de Moraldo a Roma —mientras los amigos quedan atrás en sus dormitorios, con sus sueños incumplidos— Fellini ha hecho que broten ante nuestra mirada momentos luminosos, como cuando Fausto y Sandra vuelven de Roma con un tocadiscos y Fausto y Alberto bailan el mambo en plena calle como hacía el bailarín de la compañía de revista de Wanda Osiris. Sordi estaba en ese momento de gira con la gran vedette y parte del calendario de rodaje y las localizaciones debieron amoldarse a sus compromisos. Una vez más, la realidad y la fantasía van de la mano.


I vitelloni (Los inútiles, 1953)
Producción: Cité Films / PEG-Films (IT)
Director: Federico Fellini.
Guión: Federico Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli.
Intérpretes: Franco Interlenghi (Moraldo), Alberto Sordi (Alberto), Franco Fabrizi (Fausto), Leopoldo Trieste (Leopoldo), Riccardo Fellini (Riccardo), Eleonora Ruffo (Sandra Rubini), Jean Brochard (Francesco Moretti), Claude Farell (Olga), Carlo Romano (Michele Curti), Enrico Viarisio (el padre de Moraldo), Paola Borboni (la madre de Moraldo), Lída Baarová (Giulia Curti), Arlette Sauvage (la mujer del cine), Vira Silenti (Gisella), Maja Nipora (Caterina), Achille Majeroni (el viejo actor Natali).
107 min. Blanco y negro.





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